No tiene artículos para comparar.
No tiene artículos en su cesta de compras.
No existen dos diamantes iguales. Cada uno es único. Por ese motivo, su selección es especialmente importante. En Laguarda, actualmente tenemos dos generaciones de gemólogos dedicados a seleccionar cuidadosamente los mejores diamantes para cada joya que elaboramos en nuestro taller: Joaquim Laguarda Mestres (titulado desde 1975) y Joaquim Laguarda Ruperto (titulado desde 2002).
Para elegir y seleccionar los diamantes más adecuados para cada pieza de joyería, en Laguarda seguimos el mismo criterio de todos los gemólogos en el mundo que, a través de cuatro atributos determinan la calidad y las características de cada diamante.
Estos cuatro atributos son: los quilates (el peso del diamante), su pureza interna, su color y su talla. En inglés se conocen como Carat – Clarity – Colour – Cut. Por ese motivo, a este proceso de clasificar los diamantes se le conoce como el criterio de las 4 Cs.
A continuación vamos a darte las claves para poder elegir el mejor diamante para esa joya que tanto deseas.
Por lo que respecta a los diamantes existen muchos tópicos y, como suele ocurrir con los tópicos, muchos suelen estar equivocados. Sobre todo por lo que respecta a cómo establecer la calidad de un diamante.
Por ejemplo, hay una creencia generalizada que cuanto más grande sea un diamante siempre será mejor. Y la realidad es que no es así. Lo cierto es que no siempre el más grande será el mejor. Depende…
También podemos encontrarnos con que dos diamantes aparentemente iguales sean en realidad muy diferentes. O que dos diamantes de igual tamaño puedan llegar a tener valores distintos, incluso con diferencias notables.
Por eso, para determinar el auténtico valor de un diamante o el valor relativo entre dos gemas, lo mejor es basarse en el criterio de las 4 Cs. Como veremos a continuación, son los cuatro atributos que determinan, de manera absoluta el valor de un diamante.
El quilate valora el peso de la gema (equivale a 0,20 gramos) y, contrariamente a la creencia popular, no está directamente relacionado con su tamaño.
Dado que los diamantes de gran tamaño son más escasos que los de pequeño tamaño (caprichos de la Naturaleza) el precio del quilate aumenta exponencialmente. De esta manera, en realidad es más caro un diamante de 1 quilate que dos diamantes de 0,50 quilates.
Así mismo, dos gemas con el mismo peso pueden tener precios muy diferentes en función del resto de sus atributos (color, pureza interna y talla).
Por último, también vale la pena puntualizar que no tiene nada que ver el quilate de las piedras preciosas con el quilate de las aleaciones de oro.
Los diamantes son el resultado de la cristalización del carbono. Durante ese proceso se pueden formar en su interior minúsculas huellas denominadas inclusiones. Estas inclusiones no afectan a su belleza ni a su durabilidad, pero sí determinan su grado de pureza interna. Cuanto menos inclusiones tenga, cuantas menos huellas tenga en su interior, más fácil le será a la luz atravesarlo limpiamente y, por lo tanto, más puro y preciado será.
La mayoría de diamantes varían en color, desde el incoloro hasta un tono ligeramente amarillo. Pero también existen diamantes del resto de la gama cromática (llamados diamantes Fancy): morado, rosa, amarillo, negro, champaña, coñac, etc... Algunos son muy, muy raros y sólo se encuentran ocasionalmente como el rojo, azul o verde.
Entre los diamantes más clásicos, las diferencias de tonos son muy sutiles. Internacionalmente se utiliza una escala de colores que va de la D a la Z. Los mejores diamantes son los del grado D. Son los diamantes absolutamente incoloros. La total ausencia de color permite que la luz lo atraviese limpiamente, transformándose en un arco iris de colores perfecto.
De las 4 Cs, los cuatro atributos que determinan la calidad de un diamante, ésta es la única que no viene determinada por la naturaleza y depende de la mano del hombre.
Es muy habitual confundir la talla con la forma del diamante. Y no, se trata de características muy diferentes. De hecho, no importa la forma que tenga, si un diamante ha sido tallado manteniendo las proporciones adecuadas de profundidad, anchura y uniformidad en todas sus facetas (las diferentes caras de la gema), reflejará mejor la luz ofreciéndonos más brillo y ese centelleo tan característico.
Esa es la función de un buen tallador: conseguir el máximo de brillo (la cantidad de luz que refleja el diamante), un centelleo único (esos destellos de luz tan especiales) y el fuego de la gema (ese rebote de la luz en el interior del diamante que produce un espectro luminoso).
Si la talla es lo que se conoce como demasiado aplanada o gruesa, la luz no se verá reflejada óptimamente y la brillantez del diamante quedará afectada. Así mismo, una talla demasiado profunda haría que la luz se perdiera en su interior reduciendo todo su brillo y, por consiguiente, su valor. Por lo tanto, la talla de un diamante debe encontrar el equilibrio más perfecto posible entre su proporción, su simetría y su pulido.
Y la talla nos descubre la forma del diamante. Existe una gran variedad de formas diferentes, pero éstas son las más comunes:
Los quilates / el peso: Lo primero es que pensemos qué clase de joya estamos buscando (¿la gema será para un anillo, para un pendiente, para un colgante?) y quién será su destinatario. El peso de un diamante no debe ser la única guía para determinar el valor de una piedra. Recordemos que dos gemas de igual quilataje pueden tener precios muy diferentes. Además, un diamante puede ser mayor o menor según el tipo de corte o la joya en la que esté engarzado.
La claridad: Es recomendable observar el diamante y observar su claridad. Podemos descubrir que tenga algunas inclusiones, pero no tiene por qué desmerecer a la belleza de la pieza. Eso es debido a que, una vez engarzada, esas inclusiones pueden quedar disimuladas dentro de la montura. De todas formas, dado que muchos de estos detalles no son apreciables a simple vista, nunca está de más solicitar el certificado de la gema.
El color: Al adquirir un diamante es importante verlo tanto en la mano como en la montura a la que va destinado. La montura puede potenciar su belleza realzándolo, pero también puede producir el efecto contrario y ahogar todo su brillo. También es buena idea tener en cuenta la parte del cuerpo en la que se lucirá la joya ya que incidirá en la luz entrante y en el color de la piedra.
El corte: Dado la gran variedad de cortes y formas, ésta es la opción más personal de todas. Según el diseño o la montura en la que estemos pensando podremos elegir entre diferentes clases de cortes. Lo mejor es dejarse aconsejar por nuestro joyero de confianza, el experto que nos indicará las opciones más convenientes.